Hora de reflexiones, una vez acabado el curso... Iré mencionándolas poco a poco en sucesivos posts. Estos días me estoy dedicando a recorrer el panorama peninsular para ver lo que ofrecen las universidades, escuelas, cuando se implican en el e-learning. Y es que me llama la atención lo rápido que han surgido lugares en los que aprender, la amplia gama de estudios que se ofrecen, y las plataformas (en casi todos los casos cerradas) que prometen todo desde eficaces diseños. El problema es que, a veces, cuando uno va más allá, comienza a encontrarse con una realidad poco alentadora.
La imagen que suelen ofrecer estas empresas suele ser moderna, y en este término incluyo un acercamiento al público. Se incluyen formularios de contacto bastante amables y que difieren de aquellos que con frecuencia, en el pasado, nunca funcionaban. Ahora funcionan. Al menos, cuando uno hace click en "enviar" parece que algo se mueve (aunque ignoro si es un mero comportamiento flash), porque en el fondo a uno le queda siempre la suspicacia de si tras ese formulario, correctísimo con los nuevos tiempos, en los que la cercanía al público "obliga", existe verdaderamente un "cambio" en el proceder hispano.
Mucho me temo que no. Ni los formularios envían información (o si lo hacen, nadie la coteja), ni el espíritu amable y moderno, "cercano", existe en realidad. El asunto se comprueba cuando uno repasa la lista de docentes, y observa perplejo que ninguno de ellos ofrece un email al que dirigirse. Temerosos de que se les pudiera escribir, los nombres y apellidos de esos venerables próceres de la educación sólo se le ofrecen al internauta como un mero escaparate. Así que de golpe volvemos a la España de siempre. Con eso ya se le deja claro al visitante lo que se espera de él, poca o ninguna interactividad. Sutilmente intuimos que la figura del profesor será "magistral". Y, efectivamente, al revisar los planes de estudios, nos encontramos con un plan antiguo trasladado a la pantalla virtual.
Automáticamente me surgen las correspondientes preguntas acerca de las clases. ¿Serán vídeos en los que el profesor "dicta" las mismas clases que yo estudié hace 10 años? ¿Es así como queremos innovar nuestra educación? ¿Qué sabemos de internet? ¿O qué entendemos por internet? ¿No debería ser un enlace que espera respuesta, que conecta e intercambia? ¿Un enlace que va más allá del magistral profesor y de la magistral clase? En el fondo, se teme el medio digital, sobre todo porque acaba cuestionando conceptos a los que hemos sido fieles mucho tiempo: el de la figura del profesor asociada a la "autoridad", y aquel otro que los estudiantes, siempre en un plano más bajo, conocen bien: "Lo que yo digo es la verdad, y entra en el examen...". Triste.
Mucho me temo que no. Ni los formularios envían información (o si lo hacen, nadie la coteja), ni el espíritu amable y moderno, "cercano", existe en realidad. El asunto se comprueba cuando uno repasa la lista de docentes, y observa perplejo que ninguno de ellos ofrece un email al que dirigirse. Temerosos de que se les pudiera escribir, los nombres y apellidos de esos venerables próceres de la educación sólo se le ofrecen al internauta como un mero escaparate. Así que de golpe volvemos a la España de siempre. Con eso ya se le deja claro al visitante lo que se espera de él, poca o ninguna interactividad. Sutilmente intuimos que la figura del profesor será "magistral". Y, efectivamente, al revisar los planes de estudios, nos encontramos con un plan antiguo trasladado a la pantalla virtual.
Automáticamente me surgen las correspondientes preguntas acerca de las clases. ¿Serán vídeos en los que el profesor "dicta" las mismas clases que yo estudié hace 10 años? ¿Es así como queremos innovar nuestra educación? ¿Qué sabemos de internet? ¿O qué entendemos por internet? ¿No debería ser un enlace que espera respuesta, que conecta e intercambia? ¿Un enlace que va más allá del magistral profesor y de la magistral clase? En el fondo, se teme el medio digital, sobre todo porque acaba cuestionando conceptos a los que hemos sido fieles mucho tiempo: el de la figura del profesor asociada a la "autoridad", y aquel otro que los estudiantes, siempre en un plano más bajo, conocen bien: "Lo que yo digo es la verdad, y entra en el examen...". Triste.